lunes, 28 de junio de 2010

Más escenas

ESCENA 3: Cynthia y su amiga, una puta que ahora está off duty, entran en una iglesia abandonada, colándose por algún lugar secreto (tal vez no hay que especificar, basta con que se vea tras ellas una puerta sellada con tablones de madera con un tablón fuera y un espacio para cruzar). La iglesia es oscura pero las ventanas no están tapiadas, de manera que la luz entra en claros haces iluminando una bóveda azul o verde, con un escenario al fondo. Si necesitas referentes de iluminación, yo te recomiendo que te fijes en la escena previa al derribo absolutamente lacrimógeno del Cinema Paradiso en la peli del mismo título.

Cynthia: No está nada mal, ¿verdad? Quiero decir, se cae a pedazos y eso, pero tiene su encanto. Unas pocas reformas y...

Miriam: Joder tía, menuda pasada. Mucho mejor que la mierda de sitio ese en que cantas...

Cynthia: He pensado que podría convencerle para que tuvieras un trabajo de actriz en la obra, aunque sea un papel menor. Te ganarías un dinero.

Miriam: ¿Actriz yo? Lo único que sé es fingir orgasmos para el señor cliente. Dime, el novio éste tuyo, ¿está bueno?

Cynthia: Está por llegar, ya lo verás...es un poco raro a veces, pero a mí ya me gusta. Además, que en la cama sabe hacer arte barroco. Si se pone hasta te puede follar en palíndromo.

Miriam: ¡Jajajaja! No entiendo una mierda de lo que dices pero suena bien. ¿De dónde lo has sacado?

Cynthia: Es raro, la primera vez que nos encontramos, yo todavía estaba cantando para turistas neoyorkinos en aquel local mierdoso de Nueva Orleans. Cada noche nos hacían tocar "When the Saints go Marching In" y pagaban una mierda, pero después del huracán todos nos tuvimos que recuperar con lo poco que había. El caso es que al terminar me invitó a una copa, le hablé sobre marcharme a Europa, y él se pasó la noche describiéndome maravillas ocultas de Venecia, sinagogas de Praga y bares antiguos de París.

Miriam: Todo intelectual europeo tiene que tener un retablo de maravillas con que seducir a jovencitas americanas.

Cynthia: Esa noche no hicimos nada, él se fue y dijo que nos volveríamos a ver. El destino me llevó hasta aquí y años después lo volví a ver en la barra de un bar. Al principio se puso a hablarme con su pose de galán, pero ya no soy tan joven y tonta. Ésta vez se calló para dejarme hablar, y me escuchaba muy bien, y sabía responder, y me entendía. Acabé invitándole a mi casa una noche, pero a la mañana siguiente me cantó en el desayuno algo que había compuesto, y a partir de ahí...

El diablo entra en escena, caminando por el pasillo de la iglesia.

Diablo: Contemplad ésta iglesia altiva, estática. Un día ella fue el centro jubiloso de una palabra mágica, increíble. Una palabra sola, inmensa, grande. Cabía un mundo entero en ella: Dios. Era ella el mundo entero, más aún, era, ella, sola, el mundo. Tan sólo ella.

El diablo estalla en una risa.

Diablo (quitándose el sombrero): Mis queridas damas, aquí en la tumba del Padre, en la casa decrépita de Dios, florecerá una nueva fe. Se acabó el dictado del Gran Madero de los Cielos, su gigantesco dedo acusador, sus prohibiciones, sus pecados. Adiós al pajarito mandón. Aquí cantamos a la vida, a la libertad. Aquí nadie dice amén, aquí decimos que no, reclamamos nuestro fuego, nuestro cielo.

El diablo se inclina sobre Cynthia y besa su pie desnudo que sobresale de la sandalia (una sandalia mínimamente elegante, por favor).

Diablo: Tú serás la nueva voz de Prometeo... y tú amiga...puedes ser mis ojos en la calle. Sonríe a Miriam.

ESCENA 4: EL ENTIERRO DEL BORRACHO

Miguel y el Diablo están de pie mientras una tumba entra en la tierra. El cura, los invitados, etc son más bien difusos, aunque debe uno fijarse que entre ellos está su hermano Gaspar, un hombre trajeado y peinado hacia atrás con aspecto de político Zaplana/Artur Mas, de mandíbula cuadrada y cara de seductor de cámaras. Pero olvidémonos de Gaspar ahora, el público se fijará más bien en la foto del borracho en una mesa junto a la lápida, una foto de ese borracho bien peinado y vestido, bien puesto para el retrato.

Diablo: Lástima, lástima, no habrá ni infierno ni Dios que le acoja.

Miguel: No habrá Dios, es verdad, pero se ha ido dejando toda su herencia, como un buen padre.

Diablo: Como un buen padre que abandona a sus hijos y les deja con mil deudas que pagar.

Miguel: Tú no sabes de las deudas más que cobrarlas. ¿Qué te hizo éste pobre hombre para que lo arrastrases al suicidio?

Diablo: ¿Yo? No, él se mató porque quiso, hizo uso de su libre albedrío y salió por la ventana. Además, era un hijo de puta. Yo sólo le puse un espejo para que lo viera.

Miguel: Esa pobre chica que va contigo, acabará mucho peor. Destruyes todo lo que tocas.

Diablo: Oh, no hables así de Cynthia. Realmente la adoro, es dulce y áspera al mismo tiempo, creeme no me atrevo con ella, es capaz de hacerme más daño a mí que yo a ella.

Miguel: Muy bajo has caído si todas estas hormiguitas llegan a afectarte de esa manera.

Diablo: Son insignificantes, sí, pero sus pequeñas vidas pueden tener algún sentido. A mí me gusta verlo así. Además, me divierten, están todos locos. ¿Qué haces tú en éste funeral? ¿Te preocupas por el fiambre?

Miguel: ¿Por qué me preguntas algo que ya habrás sido capaz de deducir?

Diablo (mirando a Gaspar): Te codeas con gente importante, como siempre. Pero no vas a poder pararme, no con las reglas que hemos puesto en nuestra apuesta.

Miguel: Me dejaste elegir arma primero y yo elegí el dinero. A menos que te hayas pasado toda la historia de la humanidad bajo la tierra, me reconocerás que tengo buenas cartas.

Diablo: Oh, no, no lo niego. Para ti los oros, para mí los corazones, que gane el mejor. Por cierto, tu amigo... parece más aliviado que triste ante la muerte de su hermano. Lamento haberte ayudado a quitarle un peso de encima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario