ESCENA 5: CONOCEMOS A CLAUDIO
El Diablo está con Miriam y Cynthia sentado en un café, puede ser interior o exterior, como prefieras. El caso es que en otra mesa, sin verlos, está Claudio, tomando café con cigarrillos apuntando y tachando cosas en una libreta (no tienes que dar ese detalle, simplemente que se vea en su gesto que está intentando escribir y no le sale).
Diablo: ¿Y qué te parece?
Miriam: Bueno, no sé, tiene un pase si es simpático, inteligente o rico. O si voy suficientemente borracha.
Diablo: No he dicho nunca que tengas que acostarte con él, sólo necesito que lo tengas vigilado, que me digas dónde va...yo no me puedo acercar, me reconocería.
Cynthia: ¿Y de qué lo conoces? ¿Para qué le necesitas? No me gusta que te pongas en plan críptico, ya te conozco suficiente como para que el ir de misterioso no te gane suspiros de adoración.
Diablo: No me conoces tanto como crees. ¿Quieres saber quién es? No es un secreto: es el que está escribiendo nuestra obra de teatro. Pero él aún no lo sabe. Pero desde el día que le vi por primera vez, supe que tendría que hacerlo él. No había visto a un hombre cuervo así desde hace siglos.
Cynthia: ¿Un hombre cuervo?
Miriam: Yo veo a un tipo normal.
Diablo: Eso es porque no podéis verlo con mis ojos. Algunos hombres están tan cerca de salir volando que tienen cabeza de pájaro, aunque cuando despegan por la ventana siempre acaban estampándose contra el suelo.
Cynthia: Ah, es una especie de suicida.
Diablo: Bueno, muchos de su especie lo son. Éste lo parece, pero no sé, la gente es impredecible, yo al menos espero que siga vivo un tiempo más. Pero lo importante es que entiende mi misión, y sabe que va a ayudarme. Necesito que os fiéis de mí.
El móvil de Cynthia suena. Ella contesta.
Miguel: Hola, ¿has considerado mi oferta?
Cynthia (nerviosa): Ah, ehm, esto, no puedo hablar ahora.
Diablo: ¿Quién es?
Miguel: Claro, lo entiendo. Nos veremos mañana, recuerda: te convertiré en una estrella, elevaré tu voz a los cielos y cantarás sobre el mundo entero.
Cynthia: Adiós, ya hablaremos. *cuelga* Es...eh...el jefe del Bourbon, dejé un currículum y me ha llamado para una audición.
ESCENA 6: EL CONTRATO
Miguel sostiene el papel en sus manos. Está en un despacho enorme, moderno, muy moderno, de hecho. Diseño minimalista, cool, todo blanco y muy Apple. Sobriedad de rico, vamos. Frente a él Cynthia, acongojada por el lujo del despacho.
Miguel: Entonces repasemos. Haremos una primera tirada de medio millón de copias, la salida irá acompañada de entrevistas en televisión, promoción en radio, prensa, internet y tele, una campaña con un presupuesto de dos millones para empezar, pero tranquila que con una buena respuesta podremos empezar...más en serio. Entonces, ¿me firmas el contrato de cesión de voz?
Cynthia: Todavía no entiendo por qué ésta súbita oferta, ¿tanto confías en mi voz? ¿Y si te decepciono? Soy terrible con las cámaras, ¿qué te hace pensar que estoy preparada? Además, las canciones las compone mi novio y él no sabe que...
Miguel: Olvídate de esas canciones, necesitamos algo pegadizo, que pueda entenderse rápidamente, una música optimista y una letra a juego. No te preocupes, tenemos a un equipo trabajando en varias canciones.
Cynthia: Pero yo no quiero ponerme a cantar estupideces para gustar a la gente, para poder cantar algo bien necesito que salga del corazón. Por dinero puedo hacerlo correctamente, pero si no amo la canción, nunca la cantaré de verdad.
Miguel: Oh, tranquila, tendrás toda la ayuda que necesites. Además, empezarás cantando esto, pero en cuanto estés posicionada como estrella tendrás más libertad para centrarte en un estilo más propio. Lo primero que necesitas es un nombre, cuando lo tengas habrá más gente dispuesta a escuchar lo que quieras realmente cantar.
Cynthia: No sé, esto es un gran paso...tengo miedo de acabar siendo una de esas estúpidas divas discográficas que odio, perseguida por paparazzis y humillada por la pensa rosa.
Miguel: Cynthia, tú estás por encima de todas esas cosas. ¿Realmente crees que serás tan tonta como para dejar que la fama te atrape y te destruya? Conserva tu humildad, tu carácter y tu fortaleza y no tengas miedo de abrazar tu grandeza. Te la mereces. Te estoy dando la oportunidad de llegar a millones, tu voz puede cambiar las cosas.
Cynthia: Creo que le preguntaré a mi novio. Se hace tarde, me iré a cenar a casa y se lo comentaré...
Miguel: En el momento en que cruces esa puerta, mi oferta se desvanecerá. Quemaré el contrato y tu futuro serán sólo cenizas en mi papelera. Volverás a tus antros, tus quimeras y tus culebrones. Y cuando seas un ama de casa cuarentona y gorda, le recriminarás a tu marido todo lo que pudiste ser y abandonaste por un piso en las afueras y 2,5 hijos gritones.
Cynthia: Me estás poniendo un ultimatum. Aún no he empezado a trabajar contigo y ya me impides meditar mis decisiones. Me voy.
Cynthia se para en el umbral.
Miguel: Necesito que estés completamente decidida a empezar esto conmigo, no quiero aceptar medias tintas por culpa de tus amores. Piensa si él merece que cruces esa puerta y hagas pedazos tu futuro. El amor no dura para siempre, los diamantes sí.
Cynthia: Claro, y son el mejor amigo de una chica. Espero no arrepentirme de esto. Si me la juegas, te mataré.
Cynthia firma el contrato.
Miguel sonríe mientras guarda el contrato en una carpeta elegante: Por supuesto, no esperaba menos. Nos volveremos a ver.
martes, 29 de junio de 2010
lunes, 28 de junio de 2010
Más escenas
ESCENA 3: Cynthia y su amiga, una puta que ahora está off duty, entran en una iglesia abandonada, colándose por algún lugar secreto (tal vez no hay que especificar, basta con que se vea tras ellas una puerta sellada con tablones de madera con un tablón fuera y un espacio para cruzar). La iglesia es oscura pero las ventanas no están tapiadas, de manera que la luz entra en claros haces iluminando una bóveda azul o verde, con un escenario al fondo. Si necesitas referentes de iluminación, yo te recomiendo que te fijes en la escena previa al derribo absolutamente lacrimógeno del Cinema Paradiso en la peli del mismo título.
Cynthia: No está nada mal, ¿verdad? Quiero decir, se cae a pedazos y eso, pero tiene su encanto. Unas pocas reformas y...
Miriam: Joder tía, menuda pasada. Mucho mejor que la mierda de sitio ese en que cantas...
Cynthia: He pensado que podría convencerle para que tuvieras un trabajo de actriz en la obra, aunque sea un papel menor. Te ganarías un dinero.
Miriam: ¿Actriz yo? Lo único que sé es fingir orgasmos para el señor cliente. Dime, el novio éste tuyo, ¿está bueno?
Cynthia: Está por llegar, ya lo verás...es un poco raro a veces, pero a mí ya me gusta. Además, que en la cama sabe hacer arte barroco. Si se pone hasta te puede follar en palíndromo.
Miriam: ¡Jajajaja! No entiendo una mierda de lo que dices pero suena bien. ¿De dónde lo has sacado?
Cynthia: Es raro, la primera vez que nos encontramos, yo todavía estaba cantando para turistas neoyorkinos en aquel local mierdoso de Nueva Orleans. Cada noche nos hacían tocar "When the Saints go Marching In" y pagaban una mierda, pero después del huracán todos nos tuvimos que recuperar con lo poco que había. El caso es que al terminar me invitó a una copa, le hablé sobre marcharme a Europa, y él se pasó la noche describiéndome maravillas ocultas de Venecia, sinagogas de Praga y bares antiguos de París.
Miriam: Todo intelectual europeo tiene que tener un retablo de maravillas con que seducir a jovencitas americanas.
Cynthia: Esa noche no hicimos nada, él se fue y dijo que nos volveríamos a ver. El destino me llevó hasta aquí y años después lo volví a ver en la barra de un bar. Al principio se puso a hablarme con su pose de galán, pero ya no soy tan joven y tonta. Ésta vez se calló para dejarme hablar, y me escuchaba muy bien, y sabía responder, y me entendía. Acabé invitándole a mi casa una noche, pero a la mañana siguiente me cantó en el desayuno algo que había compuesto, y a partir de ahí...
El diablo entra en escena, caminando por el pasillo de la iglesia.
Diablo: Contemplad ésta iglesia altiva, estática. Un día ella fue el centro jubiloso de una palabra mágica, increíble. Una palabra sola, inmensa, grande. Cabía un mundo entero en ella: Dios. Era ella el mundo entero, más aún, era, ella, sola, el mundo. Tan sólo ella.
El diablo estalla en una risa.
Diablo (quitándose el sombrero): Mis queridas damas, aquí en la tumba del Padre, en la casa decrépita de Dios, florecerá una nueva fe. Se acabó el dictado del Gran Madero de los Cielos, su gigantesco dedo acusador, sus prohibiciones, sus pecados. Adiós al pajarito mandón. Aquí cantamos a la vida, a la libertad. Aquí nadie dice amén, aquí decimos que no, reclamamos nuestro fuego, nuestro cielo.
El diablo se inclina sobre Cynthia y besa su pie desnudo que sobresale de la sandalia (una sandalia mínimamente elegante, por favor).
Diablo: Tú serás la nueva voz de Prometeo... y tú amiga...puedes ser mis ojos en la calle. Sonríe a Miriam.
ESCENA 4: EL ENTIERRO DEL BORRACHO
Miguel y el Diablo están de pie mientras una tumba entra en la tierra. El cura, los invitados, etc son más bien difusos, aunque debe uno fijarse que entre ellos está su hermano Gaspar, un hombre trajeado y peinado hacia atrás con aspecto de político Zaplana/Artur Mas, de mandíbula cuadrada y cara de seductor de cámaras. Pero olvidémonos de Gaspar ahora, el público se fijará más bien en la foto del borracho en una mesa junto a la lápida, una foto de ese borracho bien peinado y vestido, bien puesto para el retrato.
Diablo: Lástima, lástima, no habrá ni infierno ni Dios que le acoja.
Miguel: No habrá Dios, es verdad, pero se ha ido dejando toda su herencia, como un buen padre.
Diablo: Como un buen padre que abandona a sus hijos y les deja con mil deudas que pagar.
Miguel: Tú no sabes de las deudas más que cobrarlas. ¿Qué te hizo éste pobre hombre para que lo arrastrases al suicidio?
Diablo: ¿Yo? No, él se mató porque quiso, hizo uso de su libre albedrío y salió por la ventana. Además, era un hijo de puta. Yo sólo le puse un espejo para que lo viera.
Miguel: Esa pobre chica que va contigo, acabará mucho peor. Destruyes todo lo que tocas.
Diablo: Oh, no hables así de Cynthia. Realmente la adoro, es dulce y áspera al mismo tiempo, creeme no me atrevo con ella, es capaz de hacerme más daño a mí que yo a ella.
Miguel: Muy bajo has caído si todas estas hormiguitas llegan a afectarte de esa manera.
Diablo: Son insignificantes, sí, pero sus pequeñas vidas pueden tener algún sentido. A mí me gusta verlo así. Además, me divierten, están todos locos. ¿Qué haces tú en éste funeral? ¿Te preocupas por el fiambre?
Miguel: ¿Por qué me preguntas algo que ya habrás sido capaz de deducir?
Diablo (mirando a Gaspar): Te codeas con gente importante, como siempre. Pero no vas a poder pararme, no con las reglas que hemos puesto en nuestra apuesta.
Miguel: Me dejaste elegir arma primero y yo elegí el dinero. A menos que te hayas pasado toda la historia de la humanidad bajo la tierra, me reconocerás que tengo buenas cartas.
Diablo: Oh, no, no lo niego. Para ti los oros, para mí los corazones, que gane el mejor. Por cierto, tu amigo... parece más aliviado que triste ante la muerte de su hermano. Lamento haberte ayudado a quitarle un peso de encima.
Cynthia: No está nada mal, ¿verdad? Quiero decir, se cae a pedazos y eso, pero tiene su encanto. Unas pocas reformas y...
Miriam: Joder tía, menuda pasada. Mucho mejor que la mierda de sitio ese en que cantas...
Cynthia: He pensado que podría convencerle para que tuvieras un trabajo de actriz en la obra, aunque sea un papel menor. Te ganarías un dinero.
Miriam: ¿Actriz yo? Lo único que sé es fingir orgasmos para el señor cliente. Dime, el novio éste tuyo, ¿está bueno?
Cynthia: Está por llegar, ya lo verás...es un poco raro a veces, pero a mí ya me gusta. Además, que en la cama sabe hacer arte barroco. Si se pone hasta te puede follar en palíndromo.
Miriam: ¡Jajajaja! No entiendo una mierda de lo que dices pero suena bien. ¿De dónde lo has sacado?
Cynthia: Es raro, la primera vez que nos encontramos, yo todavía estaba cantando para turistas neoyorkinos en aquel local mierdoso de Nueva Orleans. Cada noche nos hacían tocar "When the Saints go Marching In" y pagaban una mierda, pero después del huracán todos nos tuvimos que recuperar con lo poco que había. El caso es que al terminar me invitó a una copa, le hablé sobre marcharme a Europa, y él se pasó la noche describiéndome maravillas ocultas de Venecia, sinagogas de Praga y bares antiguos de París.
Miriam: Todo intelectual europeo tiene que tener un retablo de maravillas con que seducir a jovencitas americanas.
Cynthia: Esa noche no hicimos nada, él se fue y dijo que nos volveríamos a ver. El destino me llevó hasta aquí y años después lo volví a ver en la barra de un bar. Al principio se puso a hablarme con su pose de galán, pero ya no soy tan joven y tonta. Ésta vez se calló para dejarme hablar, y me escuchaba muy bien, y sabía responder, y me entendía. Acabé invitándole a mi casa una noche, pero a la mañana siguiente me cantó en el desayuno algo que había compuesto, y a partir de ahí...
El diablo entra en escena, caminando por el pasillo de la iglesia.
Diablo: Contemplad ésta iglesia altiva, estática. Un día ella fue el centro jubiloso de una palabra mágica, increíble. Una palabra sola, inmensa, grande. Cabía un mundo entero en ella: Dios. Era ella el mundo entero, más aún, era, ella, sola, el mundo. Tan sólo ella.
El diablo estalla en una risa.
Diablo (quitándose el sombrero): Mis queridas damas, aquí en la tumba del Padre, en la casa decrépita de Dios, florecerá una nueva fe. Se acabó el dictado del Gran Madero de los Cielos, su gigantesco dedo acusador, sus prohibiciones, sus pecados. Adiós al pajarito mandón. Aquí cantamos a la vida, a la libertad. Aquí nadie dice amén, aquí decimos que no, reclamamos nuestro fuego, nuestro cielo.
El diablo se inclina sobre Cynthia y besa su pie desnudo que sobresale de la sandalia (una sandalia mínimamente elegante, por favor).
Diablo: Tú serás la nueva voz de Prometeo... y tú amiga...puedes ser mis ojos en la calle. Sonríe a Miriam.
ESCENA 4: EL ENTIERRO DEL BORRACHO
Miguel y el Diablo están de pie mientras una tumba entra en la tierra. El cura, los invitados, etc son más bien difusos, aunque debe uno fijarse que entre ellos está su hermano Gaspar, un hombre trajeado y peinado hacia atrás con aspecto de político Zaplana/Artur Mas, de mandíbula cuadrada y cara de seductor de cámaras. Pero olvidémonos de Gaspar ahora, el público se fijará más bien en la foto del borracho en una mesa junto a la lápida, una foto de ese borracho bien peinado y vestido, bien puesto para el retrato.
Diablo: Lástima, lástima, no habrá ni infierno ni Dios que le acoja.
Miguel: No habrá Dios, es verdad, pero se ha ido dejando toda su herencia, como un buen padre.
Diablo: Como un buen padre que abandona a sus hijos y les deja con mil deudas que pagar.
Miguel: Tú no sabes de las deudas más que cobrarlas. ¿Qué te hizo éste pobre hombre para que lo arrastrases al suicidio?
Diablo: ¿Yo? No, él se mató porque quiso, hizo uso de su libre albedrío y salió por la ventana. Además, era un hijo de puta. Yo sólo le puse un espejo para que lo viera.
Miguel: Esa pobre chica que va contigo, acabará mucho peor. Destruyes todo lo que tocas.
Diablo: Oh, no hables así de Cynthia. Realmente la adoro, es dulce y áspera al mismo tiempo, creeme no me atrevo con ella, es capaz de hacerme más daño a mí que yo a ella.
Miguel: Muy bajo has caído si todas estas hormiguitas llegan a afectarte de esa manera.
Diablo: Son insignificantes, sí, pero sus pequeñas vidas pueden tener algún sentido. A mí me gusta verlo así. Además, me divierten, están todos locos. ¿Qué haces tú en éste funeral? ¿Te preocupas por el fiambre?
Miguel: ¿Por qué me preguntas algo que ya habrás sido capaz de deducir?
Diablo (mirando a Gaspar): Te codeas con gente importante, como siempre. Pero no vas a poder pararme, no con las reglas que hemos puesto en nuestra apuesta.
Miguel: Me dejaste elegir arma primero y yo elegí el dinero. A menos que te hayas pasado toda la historia de la humanidad bajo la tierra, me reconocerás que tengo buenas cartas.
Diablo: Oh, no, no lo niego. Para ti los oros, para mí los corazones, que gane el mejor. Por cierto, tu amigo... parece más aliviado que triste ante la muerte de su hermano. Lamento haberte ayudado a quitarle un peso de encima.
viernes, 25 de junio de 2010
LA VIDA ES SUEÑO
EL FANTASMA DE LA LIBERTAD
La condición del poder en la obra de Calderón me produce una serie de dudas y cuestionamientos. Primero cabe definir exactamente el concepto de tiranía del que Calderón hace uso, y las implicaciones de las consideraciones éticas que se implican. Los tiranos de La vida es sueño, es decir los dos reyes, ¿reaccionan de manera realmente despreciable? Su pecado es el de negar la libertad a los hombres, pero de pronto surgen cuestiones más profundas: el encierro y el control como método de represión de una fuerza oscura. Esto no sólo implica hablar de cárceles y manicomios, puesto que cavando más profundo, uno puede ver que las prisiones son solamente la metáfora de la civilización que las crea. La cultura y la sociedad son por definición órganos de presión sobre la oscuridad de la naturaleza humana, el llamado contrato social. Para salvarnos los unos de los otros, requerimos el pacto según el cual nos organizamos para vivir. Es difícil saber si la represión de nuestra naturaleza primaria y oscura nos permite progresar como especie o si, por el contrario, es un engaño de los intereses privados para mantenernos sometidos. Sin embargo éste tópico y consabido concepto del contrato social resuena a través de toda la trama. Basilio como metáfora de la sociedad humana, la cultura y el superego, Segismundo como instinto que lucha por salir y poseer la vida en toda su intensidad y fiereza. Todos comprendemos a Segismundo porque somos Segismundo, es decir, presos que ignoran las razones de su encierro, pero que saben que son esclavos, sísifos que empujan por una colina la carga de su propio interrogante.
La cuestión principal es entonces la represión de la libertad, tal y como se aclara a través del soliloquio introductorio de Segismundo. Las contradicciones sobre la libertad y la vida son muchas, esta es por un lado anhelo de todos los hombres, pero posibilidad sólo para unos pocos. Además, ¿qué sentido puede tener la libertad si esta se malversa y es utilizada contra la vida? Segismundo consigue su libertad a través de la condescendencia del poder, y entonces todo él es llenado de poder y corrompido. Sin embargo, al final de la obra, una vez se ha dado de bruces frente al sentido de la responsabilidad- es decir, las riendas que para el caballo salvaje- la actitud de Segismundo pasa a ser la del rey piadoso, que perdona a su padre, y sin embargo al final acaba por encerrar al mismo hombre que lo ha liberado. Segismundo es a la vez libertad, razón y tiranía: se ha convertido en su padre, en un negador de libertad, pero a la vez, en un hombre civilizado. Otra vez la metáfora del pacto, ejercido por Segismundo consigo mismo y ejecutado sobre el soldado rebelde. Para la preservación de su reino, Segismundo castiga como él fue castigado: otro hombre encerrado en una torre, otro rey seguro de si mismo, ¿qué ha cambiado al final?
Por eso es tan difícil hablar de libertad: es más que una palabra para decorar eslóganes políticos, o aparecer vaga y arbitraria en los discursos de los moralistas, los revolucionarios y los sacerdotes. La libertad es un concepto con una multiplicidad de implicaciones, y parece que no nos hemos puesto de acuerdo todavía. La libertad política y la libertad económica son por ejemplo dos hermanas peleadas, aunque está claro que la segunda está ganando la batalla. Pero hay más, y no caben en los discursos: la libertad existencial, según la cual podemos decidir o estamos configurados como máquinas, esclavos del destino. La libertad personal, según la cual cada uno es capaz de moverse, y no sólo poder elegir, sino saber lo que desea. Ésta última es la más pequeña de las libertades, pero no la menos importante: su conquista es la más profunda y compleja, implica caminar y perderse por el bosque interior, conocerse a si mismo de manera profunda, ser consciente.
Quizá Segismundo en sus noches solitarias sobre el suelo de la celda tuvo tiempo para explorarse por dentro, de tal forma saberse esclavo, y consciente ya, iniciar un camino a la libertad. Pero por más explorar cielo y tierra, por dentro y por fuera, la conciencia pregunta constantemente, y si aún fuera posible colmarla con todos los conocimientos del mundo, la consciencia misma sería otro interrogante irresoluble. El mayor misterio del universo, tal vez: el hecho de que somos seres vivos que saben que están vivos, pero que no saben por qué.
NO DUERME NADIE
"No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros."
- Federico García Lorca, Poeta en Nueva York
Sobre el puente de Brooklyn, Lorca advirtió: "No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!". Y su advertencia arde lentamente en todos, quemando como un fuego sin color a cada paso. La contradicción entre la vida y el sueño es causa de sufrimiento, la contraposición entre la tierra de la materia y la esperanza de un destino más alto, una dudosa pero esperanzadora trascendencia metafísica que inevitablemente nos empuja a vivir bajo la sensación de que hay algo más, difícil definirlo, una fuerza antediluviana, vaga e ilógica, un misterioso caos que siempre nos mantiene en el interrogante, uno que cargamos aquí y allá sin saber nunca donde depositarlo. El sueño no es como la vida, el sueño es siempre camino, siempre de paso, no hay sillas para sentarse a descansar y decir "aquí me quedo": a merced del caos, sólo podemos dejarnos empujar a través de una confusa red de imágenes hiperbólicas, metáforas y sentidos crípticos.
La noción de la vida como sueño no es idea de Calderón, sino una pulsación atávica que lleva existiendo desde que el hombre es hombre: desde tiempos inmemoriales, la relación entre la vigilia y el sueño ha sido sujeta a miles de interpretaciones y lecturas, desde los albores de la filosofía hasta el elemento central de mitologías y rituales alrededor del mundo. Descartes se cuestionaba en sus meditaciones metafísicas si no sería todo una ilusión, un escenario sin banda ni orquesta puesto a su disposición por un genio maligno, un siniestro titiritero que compone para el sujeto una absurda fanfarria de luces.
En la primera escena de cuarto acto de "The Tempest" de Shakespeare, Próspero afirma que al final, todo se disuelve: somos de la materia de la que se hacen los sueños, y nuestras pequeñas vidas acaban en una dormida. En la antigüedad, Plotino hablaba del sueño como manifestación de las emanaciones divinas, herencia que el cabalismo judío supo intergrar acertadamente en su visión del mundo: aquellos reinos superiores accesibles solamente mediante el espíritu, las esferas divinas que la cárcel del cuerpo nos niega, y la libertad del espíritu nos acerca. En otros parajes más exóticos, lejanos de la cultura occidental, dentro de civilizaciones que el antropólogo eurocéntrico tacha de inferiores sociedades tribales, este pensamiento se impone: los nativos americanos, del continente entero, sostenían sus ideas sobre el sueño, las visiones de brujos y chamanes, sueños inspirados a través de la meditación o los rituales con plantas alucinógenas, dictaban el destino y rumbo de la tribu. En el Himalaya, los monjes tibetanos hablan del sueño como una historia que sostiene al mundo entero, y en nuestras antípodas la misteriosa y desconocida cultura aborigen sostiene incluso más: la existencia de dos universos, uno minúsculo y material, sórdido y polvoriento desierto en que vagamos mendigando lluvia, el otro, un tiempo inmenso y circular, un gigantesco ciclo misterioso poblado por criaturas enormes, espíritus, dioses telúricos cuyos nombres son desconocidos, seres primordiales, que viven en un universo que gira indefinido como el humo, en una espiral que es la espuma del tiempo. Éste otro lugar tiene un sentido íntimo que sólo pueden comprender los brujos, ésta otra zona del tiempo, la zona del sueño, es la que verdaderamente constituye el océano en que nuestra pequeña isla de realidad flota a la deriva, se tambalea y nos hace marearnos. Si uno padece el "mal de mer", qué mejor que aprender a dejarse mecer por las olas, acabar convirtiéndose en el océano. Es la misión más alta a la que aspiran los hombres de fe, de cualquier fe, mientras sea verdadera.
Pero hablemos del sueño de Segismundo, un enrevesado engaño de su padre para poner a prueba sus capacidades como rey. El sueño es el lugar en que cada cual se descubre como es, entra desnudo: contra la piedad que nos inspirara Segismundo al principio de la obra, en su sueño de libertad, Segismundo se convierte en un tirano, dispuesto a vengarse de las afrentas cometidas a través de la fuerza y la opresión. De la misma manera que la realidad y el sueño intercambian sus papeles, también lo hacen la víctima y el verdugo: el que antes era el condenado, al realizar su sueño se convierte en el tirano que subyacía bajodebajo, revela su oscura naturaleza.
Aún así, podemos comprenderlo. ¿Quién puede culpar al soñador de estallar contra la realidad? Cada quien carga sus sombras, la de Segismundo es la dura realidad que afronta en su supuesto sueño, el saber que aún siendo libre en teoría, posee todavía la mente del esclavo. Todos los horrores de la vigilia en la torre aparecen en el sueño de nuevo, metamorfoseados bajo otra fachada. La fiereza de su tiranía no es sino lo mismo que la soledad de la torre, pero al otro lado del espejo, con los colores y los espacios invertidos, más o menos como el sueño es el reflejo de la vigilia.
Entonces sólo es posible romper el espejo. Lanzar una piedra contra el muro hasta quebrarlo, para hacer que sean lo mismo el sueño y la vigilia: se da cuenta de que sueña el rey que es rey, y que toda la vida es sueño. La realidad de Segismundo toma aquí su forma final: una vez se han dado la mano ambos lados de la vida, todo parece equilibrarse en un universo frágil: el mayor bien es pequeño, todo es fugaz, apasionado, pero a la vez sombrío e ilusorio. El muro entre dos reinos se derrumba así revelando en todo su esplendor el maravilloso absurdo de la existencia: son verdad sueño y vigilia. Así son todos los hombres a la vez esclavos y tiranos, un extraño pozo de contradicciones irresolubles que se perpetúan generación después de generación, bajo cada cielo y cada luz, no importa en qué pueblo o qué ciudad del mundo.
Hablemos entonces de la historia, puesto que siglos después, Lorca advertía: No es sueño la vida, alerta. No es sueño porque no duerme nadie. Porque bajo los tambores de la guerra y las luces de las ciudades, no duerme nadie. Campanas retumban por todos lugares, para que nadie duerma, para condenarnos a todos a la espantosa vigilia. Por eso los dioses de aquel reino aborigen parecen lejanos, o tal vez ya no están, han hecho las maletas y se han ido lejos de aquí, a otro planeta. Quedan en el insomnio global billones de cadáveres vagando de lado a lado, buscando detrás de las huellas de los dioses algún resquicio de la historia que sostiene al mundo. Pero no duerme nadie, bajo el cielo nadie. Y si acaso entre nadie hay alguno, es un soñador que pronto perderá su casa, su coche y su trabajo, tendrá que mudarse a las cloacas y desde allí volver a soñar, con las manos y las palabras. Soñar desde abajo, poniendo sus pequeños cimientos, insignificantes andamios por los túneles subterráneos, asomándose tímidamente desde las tapas de las cloacas, buscando en la inmensa red subterránea alguna carretera que los lleve lejos. Habrá quien lo consiga, el resto morirá tratando de encontrarla, o morirá porque no la encontró nunca.
El desierto es interminable. El fantasma de la libertad huye, esquivo, de oasis en oasis, donde miles de almas sacian su sed hasta dejarlos secos. Demasiado ruido, demasiada luz, demasiada furia. Y no duerme nadie, bajo el cielo nadie.
La condición del poder en la obra de Calderón me produce una serie de dudas y cuestionamientos. Primero cabe definir exactamente el concepto de tiranía del que Calderón hace uso, y las implicaciones de las consideraciones éticas que se implican. Los tiranos de La vida es sueño, es decir los dos reyes, ¿reaccionan de manera realmente despreciable? Su pecado es el de negar la libertad a los hombres, pero de pronto surgen cuestiones más profundas: el encierro y el control como método de represión de una fuerza oscura. Esto no sólo implica hablar de cárceles y manicomios, puesto que cavando más profundo, uno puede ver que las prisiones son solamente la metáfora de la civilización que las crea. La cultura y la sociedad son por definición órganos de presión sobre la oscuridad de la naturaleza humana, el llamado contrato social. Para salvarnos los unos de los otros, requerimos el pacto según el cual nos organizamos para vivir. Es difícil saber si la represión de nuestra naturaleza primaria y oscura nos permite progresar como especie o si, por el contrario, es un engaño de los intereses privados para mantenernos sometidos. Sin embargo éste tópico y consabido concepto del contrato social resuena a través de toda la trama. Basilio como metáfora de la sociedad humana, la cultura y el superego, Segismundo como instinto que lucha por salir y poseer la vida en toda su intensidad y fiereza. Todos comprendemos a Segismundo porque somos Segismundo, es decir, presos que ignoran las razones de su encierro, pero que saben que son esclavos, sísifos que empujan por una colina la carga de su propio interrogante.
La cuestión principal es entonces la represión de la libertad, tal y como se aclara a través del soliloquio introductorio de Segismundo. Las contradicciones sobre la libertad y la vida son muchas, esta es por un lado anhelo de todos los hombres, pero posibilidad sólo para unos pocos. Además, ¿qué sentido puede tener la libertad si esta se malversa y es utilizada contra la vida? Segismundo consigue su libertad a través de la condescendencia del poder, y entonces todo él es llenado de poder y corrompido. Sin embargo, al final de la obra, una vez se ha dado de bruces frente al sentido de la responsabilidad- es decir, las riendas que para el caballo salvaje- la actitud de Segismundo pasa a ser la del rey piadoso, que perdona a su padre, y sin embargo al final acaba por encerrar al mismo hombre que lo ha liberado. Segismundo es a la vez libertad, razón y tiranía: se ha convertido en su padre, en un negador de libertad, pero a la vez, en un hombre civilizado. Otra vez la metáfora del pacto, ejercido por Segismundo consigo mismo y ejecutado sobre el soldado rebelde. Para la preservación de su reino, Segismundo castiga como él fue castigado: otro hombre encerrado en una torre, otro rey seguro de si mismo, ¿qué ha cambiado al final?
Por eso es tan difícil hablar de libertad: es más que una palabra para decorar eslóganes políticos, o aparecer vaga y arbitraria en los discursos de los moralistas, los revolucionarios y los sacerdotes. La libertad es un concepto con una multiplicidad de implicaciones, y parece que no nos hemos puesto de acuerdo todavía. La libertad política y la libertad económica son por ejemplo dos hermanas peleadas, aunque está claro que la segunda está ganando la batalla. Pero hay más, y no caben en los discursos: la libertad existencial, según la cual podemos decidir o estamos configurados como máquinas, esclavos del destino. La libertad personal, según la cual cada uno es capaz de moverse, y no sólo poder elegir, sino saber lo que desea. Ésta última es la más pequeña de las libertades, pero no la menos importante: su conquista es la más profunda y compleja, implica caminar y perderse por el bosque interior, conocerse a si mismo de manera profunda, ser consciente.
Quizá Segismundo en sus noches solitarias sobre el suelo de la celda tuvo tiempo para explorarse por dentro, de tal forma saberse esclavo, y consciente ya, iniciar un camino a la libertad. Pero por más explorar cielo y tierra, por dentro y por fuera, la conciencia pregunta constantemente, y si aún fuera posible colmarla con todos los conocimientos del mundo, la consciencia misma sería otro interrogante irresoluble. El mayor misterio del universo, tal vez: el hecho de que somos seres vivos que saben que están vivos, pero que no saben por qué.
NO DUERME NADIE
"No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros."
- Federico García Lorca, Poeta en Nueva York
Sobre el puente de Brooklyn, Lorca advirtió: "No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!". Y su advertencia arde lentamente en todos, quemando como un fuego sin color a cada paso. La contradicción entre la vida y el sueño es causa de sufrimiento, la contraposición entre la tierra de la materia y la esperanza de un destino más alto, una dudosa pero esperanzadora trascendencia metafísica que inevitablemente nos empuja a vivir bajo la sensación de que hay algo más, difícil definirlo, una fuerza antediluviana, vaga e ilógica, un misterioso caos que siempre nos mantiene en el interrogante, uno que cargamos aquí y allá sin saber nunca donde depositarlo. El sueño no es como la vida, el sueño es siempre camino, siempre de paso, no hay sillas para sentarse a descansar y decir "aquí me quedo": a merced del caos, sólo podemos dejarnos empujar a través de una confusa red de imágenes hiperbólicas, metáforas y sentidos crípticos.
La noción de la vida como sueño no es idea de Calderón, sino una pulsación atávica que lleva existiendo desde que el hombre es hombre: desde tiempos inmemoriales, la relación entre la vigilia y el sueño ha sido sujeta a miles de interpretaciones y lecturas, desde los albores de la filosofía hasta el elemento central de mitologías y rituales alrededor del mundo. Descartes se cuestionaba en sus meditaciones metafísicas si no sería todo una ilusión, un escenario sin banda ni orquesta puesto a su disposición por un genio maligno, un siniestro titiritero que compone para el sujeto una absurda fanfarria de luces.
En la primera escena de cuarto acto de "The Tempest" de Shakespeare, Próspero afirma que al final, todo se disuelve: somos de la materia de la que se hacen los sueños, y nuestras pequeñas vidas acaban en una dormida. En la antigüedad, Plotino hablaba del sueño como manifestación de las emanaciones divinas, herencia que el cabalismo judío supo intergrar acertadamente en su visión del mundo: aquellos reinos superiores accesibles solamente mediante el espíritu, las esferas divinas que la cárcel del cuerpo nos niega, y la libertad del espíritu nos acerca. En otros parajes más exóticos, lejanos de la cultura occidental, dentro de civilizaciones que el antropólogo eurocéntrico tacha de inferiores sociedades tribales, este pensamiento se impone: los nativos americanos, del continente entero, sostenían sus ideas sobre el sueño, las visiones de brujos y chamanes, sueños inspirados a través de la meditación o los rituales con plantas alucinógenas, dictaban el destino y rumbo de la tribu. En el Himalaya, los monjes tibetanos hablan del sueño como una historia que sostiene al mundo entero, y en nuestras antípodas la misteriosa y desconocida cultura aborigen sostiene incluso más: la existencia de dos universos, uno minúsculo y material, sórdido y polvoriento desierto en que vagamos mendigando lluvia, el otro, un tiempo inmenso y circular, un gigantesco ciclo misterioso poblado por criaturas enormes, espíritus, dioses telúricos cuyos nombres son desconocidos, seres primordiales, que viven en un universo que gira indefinido como el humo, en una espiral que es la espuma del tiempo. Éste otro lugar tiene un sentido íntimo que sólo pueden comprender los brujos, ésta otra zona del tiempo, la zona del sueño, es la que verdaderamente constituye el océano en que nuestra pequeña isla de realidad flota a la deriva, se tambalea y nos hace marearnos. Si uno padece el "mal de mer", qué mejor que aprender a dejarse mecer por las olas, acabar convirtiéndose en el océano. Es la misión más alta a la que aspiran los hombres de fe, de cualquier fe, mientras sea verdadera.
Pero hablemos del sueño de Segismundo, un enrevesado engaño de su padre para poner a prueba sus capacidades como rey. El sueño es el lugar en que cada cual se descubre como es, entra desnudo: contra la piedad que nos inspirara Segismundo al principio de la obra, en su sueño de libertad, Segismundo se convierte en un tirano, dispuesto a vengarse de las afrentas cometidas a través de la fuerza y la opresión. De la misma manera que la realidad y el sueño intercambian sus papeles, también lo hacen la víctima y el verdugo: el que antes era el condenado, al realizar su sueño se convierte en el tirano que subyacía bajodebajo, revela su oscura naturaleza.
Aún así, podemos comprenderlo. ¿Quién puede culpar al soñador de estallar contra la realidad? Cada quien carga sus sombras, la de Segismundo es la dura realidad que afronta en su supuesto sueño, el saber que aún siendo libre en teoría, posee todavía la mente del esclavo. Todos los horrores de la vigilia en la torre aparecen en el sueño de nuevo, metamorfoseados bajo otra fachada. La fiereza de su tiranía no es sino lo mismo que la soledad de la torre, pero al otro lado del espejo, con los colores y los espacios invertidos, más o menos como el sueño es el reflejo de la vigilia.
Entonces sólo es posible romper el espejo. Lanzar una piedra contra el muro hasta quebrarlo, para hacer que sean lo mismo el sueño y la vigilia: se da cuenta de que sueña el rey que es rey, y que toda la vida es sueño. La realidad de Segismundo toma aquí su forma final: una vez se han dado la mano ambos lados de la vida, todo parece equilibrarse en un universo frágil: el mayor bien es pequeño, todo es fugaz, apasionado, pero a la vez sombrío e ilusorio. El muro entre dos reinos se derrumba así revelando en todo su esplendor el maravilloso absurdo de la existencia: son verdad sueño y vigilia. Así son todos los hombres a la vez esclavos y tiranos, un extraño pozo de contradicciones irresolubles que se perpetúan generación después de generación, bajo cada cielo y cada luz, no importa en qué pueblo o qué ciudad del mundo.
Hablemos entonces de la historia, puesto que siglos después, Lorca advertía: No es sueño la vida, alerta. No es sueño porque no duerme nadie. Porque bajo los tambores de la guerra y las luces de las ciudades, no duerme nadie. Campanas retumban por todos lugares, para que nadie duerma, para condenarnos a todos a la espantosa vigilia. Por eso los dioses de aquel reino aborigen parecen lejanos, o tal vez ya no están, han hecho las maletas y se han ido lejos de aquí, a otro planeta. Quedan en el insomnio global billones de cadáveres vagando de lado a lado, buscando detrás de las huellas de los dioses algún resquicio de la historia que sostiene al mundo. Pero no duerme nadie, bajo el cielo nadie. Y si acaso entre nadie hay alguno, es un soñador que pronto perderá su casa, su coche y su trabajo, tendrá que mudarse a las cloacas y desde allí volver a soñar, con las manos y las palabras. Soñar desde abajo, poniendo sus pequeños cimientos, insignificantes andamios por los túneles subterráneos, asomándose tímidamente desde las tapas de las cloacas, buscando en la inmensa red subterránea alguna carretera que los lleve lejos. Habrá quien lo consiga, el resto morirá tratando de encontrarla, o morirá porque no la encontró nunca.
El desierto es interminable. El fantasma de la libertad huye, esquivo, de oasis en oasis, donde miles de almas sacian su sed hasta dejarlos secos. Demasiado ruido, demasiada luz, demasiada furia. Y no duerme nadie, bajo el cielo nadie.
lunes, 7 de junio de 2010
Billie
ESCENA 1: THAT OLE DEVIL CALLED LOVE
La casa de Cynthia es un lugar soleado y agradable, un pequeño piso en alguna avenida, con persianas verdes en la ventana, y en sus balcones macetas con flores de colores. La casa por dentro también está llena de color, las paredes pintadas en tenues amarillos, azul claro o tal vez un naranja suave, color mango. La casa está desordenada, pero parece la de una persona bastante sensible, a saber: velas, lámparas cubiertas con velos para hacer colores, cojines con tramas, y seguramente prendas sucias por ahí tiradas. Cynthia es una chica afroamericana, dentro de la gama de negros, su tono de piel es tirando a claro, no tanto como Obama pero sí con algún rasgo criollo. Ella es hermosa, joven, delgada, lleva puesta una blusa blanca bajo la que asoman sus piernas desnudas. Pero no la hagas perfecta, las supermodelos no son para esta historia. Ella tiene verdaderos rasgos de negra, no es una de estas negritas perfectas con su culo fino y sus caritas de muñeca: ella es delgada y de aspecto algo frágil pero no exenta de curvas, su nariz es chata y sus ojos almendrados, quizá puedes ponerle un lunar. Está sobre la cama, a su lado el Diablo toma dos gardenias (de un jarrón, de un ramo, o quizá ya las tiene en las manos) y se las coloca a Cynthia en el pelo.
Diablo (cantando): Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir te quiero, te adoro...mi vida.
Cynthia (sonriendo le acerca un porro): Ahora me enciendes esto y ya puedo ser Billie Holiday.
Diablo (lo enciende): ¿No vas a cantar algo para mi?
Cynthia: It's that ole devil called love again
Gets behind me and keeps giving me that shove again
Putting rain in my eyes
tears in my dreams
and rocks in my heart.
El diablo la abraza por la espalda. Le susurra al oído.
Diablo: Me da miedo que cantes como un ángel, nunca me he fiado de ellos.
Cynthia: Las canciones que yo canto no las cantan los ángeles. Ellos están demasiado ocupados tocando trompetas y adorando a Dios. Ellos no saben nada de la soledad, el amor, el dolor o la resaca.
Diablo: Pero nosotros sí, no cantamos a Dios, cantamos a los hombres.
Cynthia: Especialmente a los borrachos.
Diablo: Tranquila, te prometo que no durará mucho. Pronto dejarás de cantar para esa jauría del tugurio, mi teatro estará listo en breves.
Cynthia: Ese teatro abandonado que van a derribar el mes que viene para construir un hotel.
Diablo: Te prometo que no. No tengo mucho dinero, pero sí buenos contactos. Unos hilos aquí y allá, conozco muchos secretos...esos políticos se van todos de putas.
Cynthia: Tu idealismo sirve para escribir buenas canciones, pero me temo que para pararle los pies a los planes urbanísticos hacen falta cosas mejores que buenas intenciones y un grupo de manifestantes encadenados a una columna.
Diablo: Paciencia, mi amor, paciencia. Tenemos todo el tiempo del mundo.
ESCENA 2: LADY SINGS THE BLUES
Con dos gardenias en su cabeza, Cynthia canta en un club de mala muerte, un antro cutre con mesas de mármol e iluminación cutre, un foco en un escenario, cortinas de terciopelo azul o rojo desgastadas, mucho humo, borrachos, etc.
Cynthia: Lady sings the blues
She's got them bad
She feels so sad
But now the world will know
just what the blues is all about.
Borracho: Eeeh, guapa, cierra el pico y enséñame las tetas. ¡¡Wooooo!!
Cynthia le hace un cuerno desde el escenario: Lady sings the blues
she tells her side
nothing to hide.
El diablo le pone la mano en el hombro al borracho justo para interrumpirle antes de que diga otra. El borracho le mira cabreado.
Borracho: ¿Y tú qué? ¿Eres su chulo?
Diablo: Eh, amigo, soy yo, Amancio Rigoberto.
Borracho: No te conozco de nada, gilipollas.
Diablo: ¿Ah no? ¿No te acuerdas? ¡Estuve contigo en el viaje a la India! ¡Fue fenomenal! ¿Recuerdas cuando le diste un bocado a la empanadilla extraña esa y echaste fuego por la boca? Fuiste a poner la lengua bajo un grifo, con los ojos llorosos, y el agua resultó ser no potable...menuda diharrea, ¿eh?
Borracho: Vete a la mierda, chulo. Yo nunca he estado en la India.
Diablo: Conmigo no valen las mentiras que le cuentas a tu mujer, yo te vi. ¿O es que ya no recuerdas tu pequeño secreto? ¿No te acuerdas de sus ojos? Esos ojos atemorizados que tanto te gustaban. Sus lágrimas en la almohada...tus manos rodeando su pequeño cuerpo...¿cuánto le pagaste a su madre? Creo recordar que fue una ganga.
El borracho pierde su colorado y se queda blanco. Totalmente acojonado. De fondo sigue cantando Cynthia. "The blues ain't nothing but a pain in your heart when you get a bad start, when you and your man have to part"
Diablo: Robert Louis Stevenson lo dijo así: "El sucidio se ha llevado a muchos. La bebida y el Diablo se encargaron del resto".
Cynthia: I ain't gonna just sit down and cry
And now I won't die
because I love him
La casa de Cynthia es un lugar soleado y agradable, un pequeño piso en alguna avenida, con persianas verdes en la ventana, y en sus balcones macetas con flores de colores. La casa por dentro también está llena de color, las paredes pintadas en tenues amarillos, azul claro o tal vez un naranja suave, color mango. La casa está desordenada, pero parece la de una persona bastante sensible, a saber: velas, lámparas cubiertas con velos para hacer colores, cojines con tramas, y seguramente prendas sucias por ahí tiradas. Cynthia es una chica afroamericana, dentro de la gama de negros, su tono de piel es tirando a claro, no tanto como Obama pero sí con algún rasgo criollo. Ella es hermosa, joven, delgada, lleva puesta una blusa blanca bajo la que asoman sus piernas desnudas. Pero no la hagas perfecta, las supermodelos no son para esta historia. Ella tiene verdaderos rasgos de negra, no es una de estas negritas perfectas con su culo fino y sus caritas de muñeca: ella es delgada y de aspecto algo frágil pero no exenta de curvas, su nariz es chata y sus ojos almendrados, quizá puedes ponerle un lunar. Está sobre la cama, a su lado el Diablo toma dos gardenias (de un jarrón, de un ramo, o quizá ya las tiene en las manos) y se las coloca a Cynthia en el pelo.
Diablo (cantando): Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir te quiero, te adoro...mi vida.
Cynthia (sonriendo le acerca un porro): Ahora me enciendes esto y ya puedo ser Billie Holiday.
Diablo (lo enciende): ¿No vas a cantar algo para mi?
Cynthia: It's that ole devil called love again
Gets behind me and keeps giving me that shove again
Putting rain in my eyes
tears in my dreams
and rocks in my heart.
El diablo la abraza por la espalda. Le susurra al oído.
Diablo: Me da miedo que cantes como un ángel, nunca me he fiado de ellos.
Cynthia: Las canciones que yo canto no las cantan los ángeles. Ellos están demasiado ocupados tocando trompetas y adorando a Dios. Ellos no saben nada de la soledad, el amor, el dolor o la resaca.
Diablo: Pero nosotros sí, no cantamos a Dios, cantamos a los hombres.
Cynthia: Especialmente a los borrachos.
Diablo: Tranquila, te prometo que no durará mucho. Pronto dejarás de cantar para esa jauría del tugurio, mi teatro estará listo en breves.
Cynthia: Ese teatro abandonado que van a derribar el mes que viene para construir un hotel.
Diablo: Te prometo que no. No tengo mucho dinero, pero sí buenos contactos. Unos hilos aquí y allá, conozco muchos secretos...esos políticos se van todos de putas.
Cynthia: Tu idealismo sirve para escribir buenas canciones, pero me temo que para pararle los pies a los planes urbanísticos hacen falta cosas mejores que buenas intenciones y un grupo de manifestantes encadenados a una columna.
Diablo: Paciencia, mi amor, paciencia. Tenemos todo el tiempo del mundo.
ESCENA 2: LADY SINGS THE BLUES
Con dos gardenias en su cabeza, Cynthia canta en un club de mala muerte, un antro cutre con mesas de mármol e iluminación cutre, un foco en un escenario, cortinas de terciopelo azul o rojo desgastadas, mucho humo, borrachos, etc.
Cynthia: Lady sings the blues
She's got them bad
She feels so sad
But now the world will know
just what the blues is all about.
Borracho: Eeeh, guapa, cierra el pico y enséñame las tetas. ¡¡Wooooo!!
Cynthia le hace un cuerno desde el escenario: Lady sings the blues
she tells her side
nothing to hide.
El diablo le pone la mano en el hombro al borracho justo para interrumpirle antes de que diga otra. El borracho le mira cabreado.
Borracho: ¿Y tú qué? ¿Eres su chulo?
Diablo: Eh, amigo, soy yo, Amancio Rigoberto.
Borracho: No te conozco de nada, gilipollas.
Diablo: ¿Ah no? ¿No te acuerdas? ¡Estuve contigo en el viaje a la India! ¡Fue fenomenal! ¿Recuerdas cuando le diste un bocado a la empanadilla extraña esa y echaste fuego por la boca? Fuiste a poner la lengua bajo un grifo, con los ojos llorosos, y el agua resultó ser no potable...menuda diharrea, ¿eh?
Borracho: Vete a la mierda, chulo. Yo nunca he estado en la India.
Diablo: Conmigo no valen las mentiras que le cuentas a tu mujer, yo te vi. ¿O es que ya no recuerdas tu pequeño secreto? ¿No te acuerdas de sus ojos? Esos ojos atemorizados que tanto te gustaban. Sus lágrimas en la almohada...tus manos rodeando su pequeño cuerpo...¿cuánto le pagaste a su madre? Creo recordar que fue una ganga.
El borracho pierde su colorado y se queda blanco. Totalmente acojonado. De fondo sigue cantando Cynthia. "The blues ain't nothing but a pain in your heart when you get a bad start, when you and your man have to part"
Diablo: Robert Louis Stevenson lo dijo así: "El sucidio se ha llevado a muchos. La bebida y el Diablo se encargaron del resto".
Cynthia: I ain't gonna just sit down and cry
And now I won't die
because I love him
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